En MoonMooWon – MooDukKwan practicamos taekwondo tradicional.
Eso significa que lo técnico y lo moral son inseparables.
Nuestro comportamiento dentro y fuera del doyang refleja el mismo espíritu con el que entrenamos: respeto, humildad y conciencia. Estas costumbres no son un adorno; son parte del entrenamiento, tan importantes como cualquier poomsae o kyorugui.
En el taekwondo, la jerarquía no es para crear distancia, sino para ordenar el respeto.
Reconocemos a quien ha caminado más tiempo el camino del arte marcial. Por eso, el sabomnim y los grados más altos (sonbe) reciben prioridad al entrar, sentarse o hablar. Los grados menores (jube) escuchan, observan y aprenden.
En reuniones o comidas, el de mayor grado elige primero su asiento y ocupa el mejor lugar. Nadie comienza a comer hasta que él o ella lo haga o indique que pueden hacerlo. Y si se levanta, todos se levantan; no por obligación, sino por respeto.
El keundyeol —la gran reverencia— es la forma más alta de respeto.
Por eso lo realizamos en sucesión: primero hacia el Kwanjangnim, luego hacia los saboms de mayor grado, y así hasta los más jóvenes. Cada inclinación es un recordatorio de gratitud, disciplina y orden.
Todo lo que se entrega —documentos, certificados, papeles o incluso un simple bolígrafo— se hace con dos manos, mostrando atención y cuidado. Se entrega siempre de manera que la otra persona pueda leerlo sin tener que voltearlo.
Evita la familiaridad excesiva: no coloques tus manos en los hombros de un sabomnim o de un sonbe como si fuera tu amigo. Dentro del doyang, la confianza se expresa con respeto.
Cuando se saluda de mano, se espera a que la persona de mayor grado lo inicie.
Si no lo hace, una leve inclinación es suficiente. En contextos más occidentales —reuniones, eventos, viajes— usamos el sentido común: si un maestro o superior ofrece la mano o invita a comer primero, se acepta con gratitud y cortesía.
La etiqueta no busca rigidez, sino armonía.
Estas costumbres no se quedan en el doyang.
El verdadero propósito del taekwondo tradicional es formar mejores personas.
Aplicar este protocolo fuera del doyang —respetando a los padres, escuchando a los mayores, cediendo el asiento, usando palabras amables— es parte del mismo camino.
Y aunque fuera del entrenamiento tus saboms también son personas, el respeto nunca desaparece; se adapta. Reconocer su esfuerzo, su experiencia y su entrega es honrar el arte que todos compartimos.
Guardamos lo “tradicional” en “taekwondo tradicional” porque el respeto no se enseña con discursos, sino con actos.
Inclinarse, esperar, escuchar, entregar con cuidado… son gestos que educan el carácter. Practícalos siempre. Son parte del entrenamiento invisible que te convierte en un mejor artista marcial, y en una mejor persona.